Edición del 12 de noviembre de 2006 → Opinión →
Fiel a los usos y costumbres de la clase política mexicana, en cuanto se trata de minimizar las dimensiones de un conflicto o de una tragedia, el tiranuelo Ulises Ruiz declara que el conflicto oaxaqueño se reduce a una avenida de la capital de ese estado.
Parte central de esa gran avenida es sin duda la vital comunidad oaxaqueña de Estados Unidos, la cual ha impulsado grandes acciones de protesta en Houston, Nueva York, Los Angeles, Austin y Chicago. En Canadá, organismos religiosos, de derechos humanos, sindicales y grupos autónomos han realizado también una intensa campaña de difusión y se han movilizado constantemente en contra de la barbarie que se vive en Oaxaca.
Y en las entrañas de nuestro país se prolonga esta gran avenida, ya que día a día se están incrementando las acciones de protesta por la ocupación militar de Oaxaca y por las violaciones a los derechos humanos de su población. Bloqueos carreteros en lugares tan distantes entre sí como Acayucan, Veracruz; Xoxocotla, Morelos, y Ocosingo, Chiapas. Protestas masivas han ocurrido en los últimos días en Jalisco, Guerrero, Michoacán, Sinaloa, Veracruz, Tamaulipas, Baja California, Puebla, Distrito Federal y Yucatán, y la oleada crece. El mal ejemplo oaxaqueño cunde y nuevas asambleas populares nacen dentro y fuera del país.
Hay que observar que algunas movilizaciones han sido reprimidas como es el caso de las realizadas en Nueva York o Río de Janeiro, y en México nos indigna la agresión que sufrieron en Querétaro los integrantes de la otra campaña, donde los funcionarios gubernamentales yunquistas, violando el estado de derecho que tanto pretextan, declaran en tono frívolo que es " preferible reprimir de inmediato antes que crezcan las protestas como en Oaxaca".
Desde el principio del conflicto tanto la Secretaría de Gobernación como los voceros del gobierno local han tratado de reducir el problema a la capital oaxaqueña. Ocultan de manera deliberada la dimensión que tiene en todo el estado la confrontación con el poder caciquil, que se vive de muy diferente manera en todo Oaxaca.
Esta gran avenida oaxaqueña tiene además una cara castrense. La militarización no se reduce a la capital y sus carreteras de acceso; hay denuncias de operativos militares hechos por las autoridades municipales del Bajo Mixe, de la Sierra Juárez, la región chontal y de la costa oaxaqueña. Los operativos militares y de la Agencia Federal de Investigación (AFI) se extienden a la Sierra Mazateca, pero llegan inclusive al sur de Veracruz, a la Sierra Negra de Puebla, a la Montaña de Guerrero y a la Sierra de Zongolica.
Otra cara de este conflicto son los más de 20 bloqueos carreteros que han tenido lugar en el Istmo de Tehuantepec en los pasados 3 meses; las decenas de palacios municipales tomados o recuperados durante estos meses en la Mixteca, el Istmo, Valles Centrales y la región mazateca, los cuales en su mayoría permanecen en poder de los miembros de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), y en algunos de ellos, hay que enfatizarlo, se mantiene una resistencia heroica y poco difundida por los medios, como es el caso de la ocupación que mantienen desde hace más de 2 meses los rebeldes de Huajuapan de León, municipio dominado por la derecha panista desde hace ya más de 15 años.
Sí, el conflicto oaxaqueño se reduce a un avenida, a una gran avenida como ya hemos visto, y es un "conflicto tan pequeño" que el gobierno de Vicente Fox ha reconocido públicamente que no es capaz de resolverlo. Es tan diminuta la revuelta de los comuneros oaxaqueños que se requiere sólo de un ejército de ocupación de más de 5 mil efectivos para dar una imagen de gobernabilidad.
Mientras a la clase política oaxaqueña y nacional les gana ese gusto por minimizar la revuelta oaxaqueña, como una manera de negar la realidad, su realidad, por todo el país, y desde abajo, se está construyendo ya una respuesta que busca lograr justicia para el pueblo, un pueblo que en Oaxaca ya despertó.
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